Alguno de ustedes han tenido la experiencia de conducir en el extranjero?
Bueno, en mi caso lo he hecho en varias ocasiones y salvo un “E-Z PASS” que me comí en Miami en el 2009, yo no ando cometiendo infracciones. Respeto todas mis señales de tránsito, es más, ni siquiera conduzco a exceso de velocidad en las autopistas. Sin embargo en mi Quisqueya querida me creo como si yo fui el que inventé las señales de tránsito, estacionándome mal, haciendo doble fila para doblar a la izquierda y un sin número de cosas que los “809” hacemos comúnmente en las calles de Santo Domingo. Lo peor de todo no es eso, es que todos nos enorgullecemos de nuestras acrobacias. No bien hemos hecho una hazaña cuando vamos y se las contamos a nuestros amigos. Entonces, por qué cuando salimos de la isla nos comportamos de una manera adecuada y aquí nos conducimos como si fuéramos gallos detrás de una gallina? No puede ser que no sabemos conducir, ya que está demostrado que el sólo hecho de atravesar la avenida 27 de Febrero a las 5:30 de la tarde es un indicador de que somos unos pilotos.
Probablemente es que nuestro sentido de natural que tenemos todos los dominicanos de que “nadie es más tiguere que yo” nos lleva a la conclusión de que podemos abusar de los otros cuando tenemos un volante, puesto que “somos los más tigueres”. No obstante, como no son dominicanos lo que sí conducen el exterior, ahí aplicamos nuestro sentido de inferioridad (aunque lo neguemos lo tenemos) y nos portamos como unos corderitos. Esta reflexión va más allá del ejemplo de conducir. Si analizamos bien, podemos encontrar una gran cantidad de actividades que realizamos a diario y sencillamente la hacemos mal por la sencilla razón de que “yo soy más tiguere que tu”. Cosas sencillas como esa es la que nos mantiene de una manera sostenible en el tercermundismo en el que vivimos y con la proyección a continuar con esa estabilidad. Probablemente el 40%, perdón, el 4% del PIB para la educación no será suficiente para formar la próxima generación de dominicanos.